La creciente producción de alimentos elaborados, la rápida urbanización y la evolución de los modos de vida sin dudas están modificando los hábitos alimentarios.

Alrededor del mundo, las personas consumen alimentos más ricos en energía que contienen muchas grasas saturadas, ácidos grasos trans, azúcar y sal. Esta última es la fuente principal de sodio, que cada vez se consume más y está asociado a la hipertensión y a un mayor riesgo de cardiopatías y accidentes cerebrovasculares.

Al mismo tiempo, al modificar sus hábitos alimentarios, las personas consumen menos frutas, verduras y fibras presentes en los cereales integrales que son los elementos clave de una alimentación sana. Las frutas y verduras contienen potasio, que contribuye a hacer bajar la tensión arterial.

El principal riesgo es que un elevado consumo de sal sumado a una absorción insuficiente de potasio (menos de 3,5 gramos por día) contribuyen a la hipertensión arterial y aumentan el riesgo de cardiopatías y accidentes cerebrovasculares.

Para reducir y controlar la cantidad de sodio en nuestro organismo, los expertos recomiendan sustituir parte de la sal por hierbas, especias y otros condimentos. Pero también es importante leer el etiquetado de los alimentos que compramos en el supermercado y elegir aquellos con menor cantidad de sal. Como referencia puede orientarnos saber que 1,25 gramos de sal por cada 100 gramos de producto es un contenido muy alto en sal.

“Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se recomienda reducir la ingesta de sodio a menos de dos gramos al día, lo que equivaldría aproximadamente a unos cinco gramos de sal en adultos, para poder reducir la presión arterial y el riesgo de enfermedad cardiovascular”, indica Teresa Partearroyo, profesora Titular de Nutrición y Bromatología en la Universidad CEU-San Pablo, de España.

Fuentes: Fundación del CorazónOrganización Mundial de la Salud